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Mostrando entradas de junio, 2025

La Maldición de la Rosa Carmesí - Capítulo 2.

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  La Maldición de la Rosa Carmesí. Capítulo 2: La copa no tomada. La cámara del ala oeste estaba envuelta en penumbra. Las cortinas de terciopelo oscuro, cerradas. Una vela alta ardía junto a una mesa baja, donde aún humeaba la mezcla. Hierbas quemadas. Un aroma a canela, cuero húmedo y flores podridas flotaba en el aire. En una copa de cristal rojo—ya vacía—reposaban las huellas de lo que había sido un vino común, transformado por el arte antiguo de la magia roja. La figura encapuchada, envuelta en una capa de terciopelo negro, observaba desde el hueco secreto en la pared del salón. Veía todo: a los criados, al Conde riendo con sus invitados, y a Lady Christine alzar la copa que nunca debía tocar. —Maldición... —susurró, sin rabia pero con deseo—. No era para ti, niña. Las velas parpadearon. El hechizo, elaborado con sangre de mirto, raíz de dama nocturna, pétalos de rosa carmesí y una gota de semen humano obtenido bajo juramento de deseo, tenía una sola función: desatar la bestia...

La Maldición de la Rosa Carmesí - Capítulo 1.

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  La Maldición de la Rosa Carmesí. Capítulo 1: El mozo de los ojos de mirada penetrante. Castillo Karnstein, Yorkshire, Inglaterra. Primavera de 1785. La primera vez que Lady Christine Karnstein vio a Derek Van Der Westhuizen fue desde la galería del ala este, donde colgaban los tapices flamencos y la luz del sol filtraba su oro entre los vitrales antiguos. Él acababa de llegar, el carruaje con el escudo familiar aún crujía en el empedrado del patio. Sostenía la maleta de cuero con una sola mano, sin esfuerzo. Su cuerpo era como de mármol tallado, los hombros anchos, el andar felino y firme como si el mundo no pudiera derribarlo. Christine no podía apartar los ojos. Algo en él la desnudaba, como si su sola presencia supiera quién era ella más allá de los vestidos, de los modales, de las sonrisas. Él levantó la vista hacia donde ella lo observaba... y la miró directamente. Firme. Inmóvil. Como si su destino acabara de colocarse en el centro de su pecho. —¿Quién es ese mozo? —pregunt...