Sombras de Nashville - Capítulo 1.




Sombras de Nashville 

Por: Dirk Kelly


Capítulo I – Bajo Luces de Neón 

 

Noviembre 2023 - Nashville, Tennessee.


Nashville no duerme. Solo se recuesta sobre un colchón de ruido, whisky barato y música country que se arrastra por las calles como humo. A esa hora, la ciudad era piel erizada bajo la brisa húmeda. Y en el corazón de la ciudad, donde las botas suenan más que las sirenas, Jon Houlan cantaba con el alma hecha jirones.


El escenario de The Wild Lantern olía a sudor, bourbon y decisiones que no aguantan hasta la mañana. Con su guitarra acústica Gibson vieja y el sombrero ladeado como un vaquero de película western, Jon cerró los ojos y cantó una de las suyas. Una balada rasgada, de esas que nacen entre el crepitar del vinilo y el roce de una piel que ya no está.


> "Me dejaste el silencio en la radio del Chevy...

> y aún suena tu adiós entre la pedal steel y el Jack."


El último acorde tembló en el aire. Y entonces la vio.


Apoyada en la barra, vestida con una chaqueta de cuero ajustada y jeans que abrazaban su figura, Sienna Cade parecía sacada de una canción de Chris Stapleton pero con más peligro en los labios. Su cabello castaño caía como pecado sobre los hombros y tenía esa forma de mirar que hacía que un hombre olvidara su apellido.


Jon tragó saliva. Sintió que la camisa le apretaba en el pecho y no era por el calor del escenario. Ella no había cambiado. Solo estaba más… afilada. Más jodidamente irresistible.


Dejó la guitarra en su soporte y bajó sin romper el contacto visual. Atravesó el bar como si fuera suyo, mientras el viejo jukebox soltaba una de Waylon Jennings. El lugar olía a deseo contenido.


—Pensé que habías dejado Nashville para siempre —murmuró él al llegar a su lado, la voz baja, íntima. Con esa textura rota que usaba en sus mejores canciones.


Sienna giró apenas el rostro, dejando que su perfume lo alcanzara. Notas de madera, vainilla… y deseo.


—Volví —dijo con una sonrisa torcida—. Pero no por ti.


Jon se apoyó en la barra. Estaba cerca. Demasiado cerca.


—Mentira —susurró.


Ella rio, suave, como una cuerda que se tensa.


—Alguien murió, Jon. Y tu nombre estaba escrito en su cuaderno, justo entre los acordes de una canción inacabada.


Él no respondió de inmediato. La mirada se le endureció, pero no retrocedió. Sus dedos tocaron los de ella, apenas.


—Y tú no estás aquí por justicia —le dijo, inclinándose hasta rozar su oído—. Estás aquí porque todavía recuerdas cómo sonaban tus gemidos sobre mi Fender.


Sienna lo miró. Lenta. Con esos ojos que quemaban.


—Tal vez. Pero ahora el ritmo cambió, vaquero. Y esta vez... la canción puede terminar contigo muerto.


Sienna le dijo que fuera con ella.


Jon la siguió. No podía evitarlo.


Sienna lo llevo en su auto.


Las luces tenues del estudio de Jon parpadeaban como si también tuvieran secretos que esconder. Adentro, las paredes estaban forradas con vinilos viejos —Cash, Strait, Parton, Reba— y olor a madera y cigarrillos que no se fumaban desde hacía semanas. Las cuerdas de su guitarra descansaban en la esquina, aún tibias por la última sesión de madrugada.


Sienna estaba frente a la consola, mirando un cuaderno de letras como si leyera su alma sin pedir permiso.


—Sigues escribiendo sobre mí —dijo sin girarse. Su voz tenía ese filo entre nostalgia y veneno que solo las mujeres que rompieron tu cama y tu ego saben usar.


—Tú te fuiste. Yo solo puse acordes donde había vacío —respondió él, cruzando los brazos.


Ella se dio vuelta lentamente. En sus ojos había fuego, y algo más: dolor, de ese que se guarda entre los muslos hasta que estalla en la piel. Caminó hacia él con pasos suaves, como un lobo con tacones.


—No fue solo una nota lo que dejé, Jon.


—¿No?


Ella se detuvo frente a él. Bajó la voz.


—Dejé un disco duro en casa de Travis. Uno con grabaciones. Canciones... tuyas. Algunas que no querías que nadie escuchara. Canciones sobre nosotros. Sobre esa noche.


El corazón de Jon se detuvo. Esa noche. Maldita sea.


—¿Estás diciendo que Travis tenía eso? —su voz sonaba más grave, como si la amenaza ya se hubiese instalado bajo la piel.


—Lo estaba chantajeando alguien. Y lo mataron por eso —susurró ella, clavándole los ojos—. Lo que no sé… es si tú sabías que ese disco aún existía.


Jon retrocedió un paso. No era miedo. Era otra cosa. Dolor. Culpabilidad, quizás. Pero también deseo. Siempre deseo.


—¿Y tú qué estás haciendo aquí, Sienna? —preguntó con los dientes apretados—. ¿Crees que yo...?


Ella se acercó más. Lo suficiente para que su aliento le rozara la piel del cuello. Levantó la mano y le bajó el sombrero lentamente, sin romper el contacto visual.


—Creo que hay algo que aún no me dijiste. Algo que gritas en cada verso... pero que solo confesás cuando estás adentro mío.


Jon la tomó de la cintura y la estampó contra la pared con una fuerza contenida. La besó como si esa fuera la única forma de sacarse su nombre del pecho. Ella lo rodeó con las piernas, clavó las uñas en su espalda. El estudio entero vibraba con el eco de su historia.


Él rompió el beso apenas para decirle al oído:


—Te juro por Dios, Sienna… si estás jugando conmigo otra vez, no vas a sobrevivirme.


Ella rió... Oscura.


—No vine a sobrevivirte, Jon. Vine a acabar contigo… y tal vez morir besándote.


En el fondo, el reloj del estudio marcaba las 3:33 AM. Afuera, Nashville dormía. Adentro, entre música, sudor y una verdad enterrada, alguien acababa de elegir entre el amor y la traición.


Y Jon aún no sabía en cuál lado del disparo iba a estar.



Continuará...







Comentarios

Entradas populares de este blog

Halloween Love - Capítulo 1.

Halloween Love - Capítulo 2

Halloween Love - Capítulo 3.