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Mostrando entradas de noviembre, 2025

Lujuria en Versalles, Amor en Cataluña - Capítulo 2.

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Lujuria en Versalles, Amor en Cataluña    Por: Dirk Kelly Capítulo  II – El rescate del mosquetero  El calabozo apestaba a humedad, a hierro oxidado y a cuerpos derrotados. Las antorchas que colgaban de las paredes apenas iluminaban la piedra mohosa. El Duque de Villeneuve yacía en un rincón, aún orgulloso pese a la suciedad de sus ropas, con el rostro endurecido como mármol. Isolde, con la piel perlada de sudor y el cabello rubio enmarañado, temblaba de rabia más que de miedo, mientras Claudine, de labios encendidos y ojos como carbones brillantes, parecía tan fría y calculadora como siempre, aun en la desgracia. Los dos guardias que vigilaban la celda reían entre dientes, intercambiando comentarios sobre los cuerpos de las mujeres y del propio Duque. La tensión era insoportable, el presentimiento de lo peor flotaba en el aire. Entonces, los pasos de botas firmes resonaron en el pasillo. Una silueta se recortó contra la luz vacilante de las antorchas: un hombre de u...

Lujuria en Versalles, Amor en Cataluña - Capítulo 1.

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  Lujuria en Versalles, Amor en Cataluña    Por: Dirk Kelly Capítulo  I – El arresto en Versalles El fuego de los candelabros derretía la cera en hilos lentos, como si midiera el pulso de un placer que no conocía tregua. En la alcoba privada del Duque Armand de Villeneuve, la seda de los cortinajes caía como un cielo nocturno sobre los cuerpos entrelazados. El noble, aún vestido con parte de su casaca azul bordada en hilo de oro, sostenía entre sus manos las caderas de Isolde de Marçay, rubia voluptuosa de ojos encendidos, mientras Claudine Morel, de cabello negro y labios como vino derramado, se inclinaba entre ambos, mordiendo, acariciando, susurrando palabras que se confundían con gemidos. Era un menage à trois de refinada decadencia, casi un ritual aristocrático contra el tedio de Versalles. El Duque, con su porte altivo y su musculatura contenida bajo los encajes, dominaba y se dejaba dominar con la misma altivez. Isolde arqueaba su espalda como si ofreciera su ...